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Terapia felina

El gato a primera vista se presenta como una animal solitario y territorial, que detesta el ruido y los alborotos, que gusta de pasar las horas del día durmiendo o descansando bajo el sol, mientras dedica las horas de la noche a merodear por las calles en busca de algún desprevenido ratoncito mientras alterna con algún vecino felino.

 

Se supone que el gato hace lo que quiere y cuando lo quiere, sin reparar mucho en los deseos de su familia humana. Es él. quien determina cuándo y en qué cantidad desea el contacto (juegos, caricias, etc.) con "su" humano y no al revés, En otras palabras, el gato es independiente y no tiene amo ni dueño.

Pero toda esta aparente indiferencia felina tiene una explicación biológica, El gato (Felis silvestris catus) es aún bastante primitivo y muy similar a sus primos salvajes más cercanos, los actuales gatos salvajes del Oriente Medio, por lo que las modificaciones conductuales asociadas a la domesticación (sumisión, dependencia, búsqueda de aprobación, etc.) aún no son visibles, razón por la que desde el punto de vista científico se utiliza más el término de “amansado” que el de “domesticado”.

 

Esta es la razón por la que el gato presenta un grado de independencia tan acentuado (casi la misma que la de cualquier animal salvaje). Aun así, a medida que avanza el proceso de domesticación, se va haciendo más evidente una mayor dependencia hacia los humanos. Muchos gatos aprenden a amar y respetar a "su" humano con la misma devoción que un perro, aunque lo manifiesten de manera diferente, como seguirle persistentemente con la mirada aunque no se mueva de su sitio, o compartir acurrucado una tibia manta en una tarde de invierno.

La adaptación a la vida con los humanos ha traído a los gatos muchas ventajas, como por ejemplo el disponer de refugio o de una fuente regular de alimento, pero también la exposición a situaciones que pueden serles extrañas, incómodas e, incluso, dañinas, las cuales pueden llegar a desencadenar problemas conductuales de mayor o menor gravedad capaces de causar molestias a la vida familiar.

 

Por lo general, los problemas conductuales suelen ser de tres tipos:

1. Problemas en los hábitos. Desordenes alimenticios (anorexia, bulimia, etc.), autolimpieza excesiva, etc.

2. Problemas de sociabilidad. Agresión hacia otros animales o personas, aislamiento, episodios de pánico, apatía, alteración en niveles de interacción previamente normales, etc.

3. Problemas de eliminación (micción, defecar fuera de la caja). Pueden estar ocasionados por motivos fisiológicos, marcaje o estrés de algún tipo..

En muchas ocasiones un gato arisco, que hace cosas para "vengarse" (como orinar o defecar en lugares inadecuados) o que se muestra antisocial ante las personas y otras mascotas es, cualquier cosa, menos un gato normal, y mucho menos feliz.  Y puede, de hecho, estar en necesidad desesperada de ayuda.

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